El cuento de Moshé - Por Arturo Lobos

 


Gracias al fracaso de los últimos dos faraones, ninguno pudo honrar a sus dioses renovando su mandato. Los trabajadores, campesinos y artesanos, notaban que su esfuerzo era el mismo o mayor. Sin embargo, el fruto de las cosechas y artesanías les alcanzaba para adquirir cada vez menos recursos para su subsistencia. Los esclavos se veían a sí mismos mucho peor, pues lo que recibían era un alimento magro y cada vez menos nutritivo, además su cobijo se encontraba más a la intemperie, o sin techo. Pasaban hambre y frío, para ellos ya vivían dentro de una ley de la selva. Así, el pueblo indignado quedó sumido, desahuciado, impotente e irascible. De este modo, quienes padecían el sufrimiento eran los muchos.

La maldición por enfermedades, como las respiratorias provocadas por el Sars-Cov; y de plagas como la sequía, también colaboraron en ver negativamente a su gobernante. De este modo, se puso en duda la presencia de la existencia divina, quedando el pueblo huérfano de cuidados, por lo cual comenzaban a demandar un nuevo misticismo que los ampare. Por su parte, los oradores sofistas de masas mientras criticaban al último faraón, comenzaban a ofrecer a sus oyentes un salvador.

Así, la mala situación económica de los muchos, la maldición generada por el abandono divino, y la potente influencia de casi todos los hablantes populares, lograron poner en el centro de la conversación a un nuevo afamado retórico, con carácter sorpresivo. De este modo, el nuevo popular logró convertirse en el líder.

El autodenominado Moshé, resultó elegido y vitoreado en un desempate según los ábacos, por una diferencia de once de cada cien.

Aseguró a su pueblo, poder liberarlos de la esclavitud.

También les prometió ser Suiza, un paraíso que se encontraba en una tierra lejana, y que la distancia de ese traslado, equivaldría a una demora de entre 35 y 40 años.

Para ello, les garantizó que el cambio lo realizarían con un esfuerzo que no lo sentirían como tal, pues afirmó a sus refugiados que quienes proveerían de sustento para ese camino, sería la misma entidad que había provocado el sufrimiento que padecían en ese momento. Por lo cual, a quienes habían desarrollado las funciones del estado, y ocupaban lugares de privilegio, los acusó de casta. Por lógica, estos serían “los pocos” que soportarían el costo del tránsito, por encontrarse en una posición de comodidad.

Para comenzar el tránsito hacia la tierra prometida, Moshé seleccionó a la nueva corte que lo ayudaría. Así, primero dispuso de sor Karina como su chaty y sacerdotisa.

También incorporó algunos cercanos que conoció en su vida terrenal pasada, para designarlos a cada uno en sus especialidades. Así, incorporó a Esper por su místico idealismo absoluto, a Adorn por sus habilidades sofistas lo bendijo como vocal, a Cuneolibaron por sus relaciones con los jueces y magistrados le otorgó el cargo de visir, etc.

La actitud magnánima del líder fue tan grande, que decidió hacer tabula rasa y sumar como comandantes militares a sus oponentes, claro que fue a cambio de obtener su apoyo en el desempate por el candidato menos despreciado. De este modo, la afamada sommelier Bullric y su colaborador Petr, fueron intensamente abrazados.

Luego, el nuevo guía cuando asciendió al ejercicio del poder, escribió en sus tablas un decreto necesariamente urgente que provocó cientos de cambios radicales que afectaron normas culturales y costumbres de toda la plebe. Esto ocasionó conflictos en el Consejo de Ancianos, en los jueces y magistrados, y sobre todo en los nomarcas. Sobre los últimos, pudo influir y convertir sencillamente a su fe, a los más débiles espirituales como Jald. Con otros de mayor fuerza como Torre o Pullar, continuó debatiendo la creencia del valor de la leña, la del aceite y su relación de trueque con el de los granos de las cosechas. Con los terrenales colectivistas, como Insfrá o Kichilo, no existió prédica ni trueque.

Por otro lado, el divino propuso el mismo contenido del decreto, pero a través del consejo de ancianos y nomarcas. La consecuencia de tanta tensión generada, fue la devolución del papiro para su revisión divina.

Al tener el rechazo, y por la urgencia en demostrar a su demanda plebeya el ajuste a los privilegiados, Moshé comenzó a disminuir las hogazas, aceite, pescado, verduras, vestido y granos, utilizando el argumento del cumplimiento de lo prometido. Casualmente, estos ajustados eran los mismos sectores y nomarcas que osaron rechazar su propuesta. Sin embargo, al mismo tiempo hizo lo mismo con toda la ciudadanía.

En el mejor de los casos, los trabajadores comenzaron a tener que trocar sus bienes, por mucho menor relación que cuando los adquirieron, o produjeron. De este modo, los campesinos más florecientes primero debieron prescindir de sus granos excedentes y luego de los acopiados, a cambio de aceite, alimentos y leña. Del mismo modo, los artesanos se encontraban que el valor de los bienes que producían cada vez, valían menos a la hora de adquirir otros bienes. En el caso de los esclavos, eran directamente quienes lo comenzaban a pasar peor, pues ya les era imposible acceder a los alimentos básicos para la subsistencia. Comenzaron a pasar hambre.

Así, los muchos observaban las acciones del mesías, y comenzaban a poner en duda su apoyo divino. Debido a esta presión social y el rechazo institucional, Moshé ofreció su corazón a todos los nomarcas, comprometiéndolos públicamente para la firma de un pacto de diez mandamientos, similar al de una tierra lejana norteña. Esta unión solidaria, sería por lógica en Córdoba, representativamente conocida como el corazón de mi país.

No obstante, era tal el desencanto generado en su pueblo, que los trabajadores comenzaron a revelarse, manifestándose ante la autoridad, por lo que recibieron la opresión de la sommelier y del nomarca de un puerto. Así, las organizaciones ATE (Agricultores Trabajadores Egipto), UBA (Universidad Buenos Artesanos), UTEP (Unión Trabajadores Especialistas de Pirámides), CGT (Comunión General Trabajadores), UTA (Unión Trabajadores Apicultores), Etc., no fueron escuchados en sus reclamos, sino por el contrario, resultaron violentados.

En el descontento, los muchos comenzaron a señalar críticas, y los eruditos comenzaron a registrar las observaciones, obtenidas en grupos enfocados cualitativamente. Obtuvieron: “los esclavos solo mejoraron en su maltrato”, “en definitiva, quienes lo apoyaron desde un principio, se tiraron solos al Nilo, pero arrastraron al resto. Ahora gracias a esos seguidores nos ahogamos todos”, “Moshé no separó el agua, los esclavos más débiles ya se hundieron, los trabajadores ya no tienen fuerza y están como los primeros”, “ya no hay sacos de cebada que alcancen”, “los dueños del aceite para lámparas, subieron tanto el precio, que acumularon los granos de todos”, “quienes proveen leña para calentarnos exigen cada vez más”, “con el precio del pescado, no puedo obtener ni vestimenta, ni verduras”, “entonces nuestra riqueza en sacos de cebada se concentra en quienes nos proveen luz, calefacción y alimento, mientras el pueblo padece hambre… los muchos sufren y los pocos se enriquecen, esta casta es peor que la anterior”.

Por su parte, esta situación llevó a reflexionar al bidente Lacla, advirtiendo la posibilidad de hechos aún más violentos, pues dijo: “Si Moshé sigue sin escuchar y continúa reprimiendo, no estará satisfaciendo las demandas de su pueblo. Por lo cual, si reprimió a ATE, UTEP, y piensa hacer lo mismo con la CGT o UBA y sus semejantes, a todas estas organizaciones se le unirán fuerzas solidarias, que también fueron maltratadas. Me refiero a los ancianos, los maestros, los desempleados nuevos, los esclavos, etc. La UBA y semejantes especialmente representan la educación pública, donde asisten los aprendices de los campesinos y artesanos, es decir, es el símbolo de la clase media trabajadora. El riego del mesías, es que se hegemonicen esas demandas, pues él puede convertirse en la demanda”

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